31 de diciembre de 2015

Entierros

Si, voy a hacer algo tralladisimo, voy a ponerme a escribir sobre este años horas antes de que se termine. Bueno, más allá de lo consabido, de lo bueno y malo, y de todas esas reflexiones boludas y levemente cursis que esta época nos inspira. este año enterré algo.
No, una persona no, curiosamente no murió nadie que yo quisiera por primera vez en algún tiempo largo. Sino que hago un balance diferente, y es que me di cuenta que a lo largo de este año enterré algo, lo enterré lo suficientemente abajo como para que los efectos de eso se sintieran todo el tiempo.
La gran pregunta es qué, sinceramente no lo sé.
¿Qué puede hacer que pase un año ladrando en vez de hablando?
¿Qué puede hacer que me la agarre con todos como una nena caprichosa, literalmente?
¿Qué puede llevarme a sentirme mucho mejor sola que acompañada?
¿Qué puede hacer que cambie tanto, o como mínimo que sienta que cambie tanto?
¿Qué puede llevarme a mirar para atrás tan poco y tan demasiado para adelante?
¿Qué pudo hacer que me pierda?
Y quizás lo más jodido..¿Cómo puedo hacer para encontrarme?
Los fines de año vienen con todo: respuestas preguntas y alguna que otra esperanza de que las cosas y las personas cambien.
Ojala que tengan un año feliz, infeliz, loco, tranquilo, difícil y fácil, y que puedan ver algunos de los cambios que esperan ver, y hacer los que consideren necesarios. Salud!

26 de diciembre de 2015

Culpables

Escribo esto porque quiero que admitas tu culpabilidad, cosa que dudo que ya hayas hecho. Esta bien, sé que no te conozco mucho, pero ya pasaron 9 meses de todo, y como un hijo, estuve pariendo en mi cerebro esto, que quiero decirte y que sepas, para que te bajes de tus ponis imaginarios.
Quiero que sepas que no me da miedo admitir que yo también tuve la culpa, que estoy empapada en culpa y en errores, que tome medidas que salieron mal, no como se esperaba. Quiero también que sepas que si me tocará volverlo a hacer todo lo haría una y mil veces, porque no me da miedo quedar hasta los tobillos si eso se requiere para una buena causa. Y ser una buena amiga es una buena causa.
Y es que todo salió mal, nada como lo esperabamos. Vos podes pararte y señalarme, no voy a mosquearme, podes señalar a M diciendo que fue una manipuladora, que jugó con los sentimientos de tu hija, y con la distancia de todo lo que pasó, hoy te reconozco que yo pienso lo mismo. Pero no pienses que podes zafar.
Porque hay un hecho bastante simple que parece que te olvidas y es que asi como vos conoces a tu sangre, yo también conozco a tu hija, y de toda la vida, y hay algo que te afirmo con todas las letras: no es la clase de persona que se puede manipular fácil. En realidad, es todo lo opuesto, es la clase de persona que tiene todo excesivamente claro y que le importa muy poco ser la que desentona, o las opiniones ajenas, es alguien fuerte que no se deja soplar por los vientos fácilmente.
Y eso nos deja como conclusión que si ella no es manipulable, entonces estaba manipulable, estaba en un momento donde era débil y por eso la lograron convencer de algunas cosas que en otro momento habría dicho que no. Y eso es tu culpa. No te excuses, porque todos somos solamente la consecuencia de nuestros papás, y ahí voy a señalar con un dedo índice y sin temblar a vos y a tu marido, porque ustedes son culpables de dos cosas:
1. De no merecer la confianza de su hija. Cuando somos chicos nuestros viejos son el comienzo y el final del mundo, cuando crecemos los empezamos a poner a prueba, y les toca ganarse nuestra confianza y nuestro reconocimento. Puede parecerte boludo, pero si tu propia hija tiene miedo de hablar con vos, es porque estás haciendo algo mal como madre. Y no, no tengo hijos y no soy quien para juzgar, pero sé eso porque después de que todo saliera mal, después de que los planes se cagaran lo primero que hice y que quise hacer fue decirselo a mis viejos, fue contar con ellos para que me ayuden a salir de mis quilombos, como cuando era chica. Y no me decepcionaron, así como jamás lo habían hecho.
2. Este en mi opinión fue el más grave de sus errores: no darse cuenta. No se dieron cuenta de nada, no supieron leer en su hija que vivía bajo su techo algo tan simple como el miedo, como la angustia, como los nervios y las ansiedades, como todo aquello que pasaba por su cabeza en ese momento, que con sólo mirarla dos veces capaz lo habrían evitado todo, con solamente intentar preguntarle como estaba, generar algo que los relacione, ver como estaba. Pero no, no lo hicieron, no supieron leer un puto sentimiento, alentando así a que todos esos sentimientos se oculten bajo una capa de ¿indiferencia? ¿apatía? no sé, tampoco me importa. Ustedes fallaron, fallaron fenomenalmente al no saber entender o intuir que algo le pasaba a la razón de sus vidas.
Es por eso que hoy me paro y miro adelante, y no me arrepiento. La única cosa que me puede doler es el hecho de haberle quitado a mi amiga de años un refugio seguro: mi casa. Porque sé que las cosas cambiaron y quiero vivir con eso a cada paso, porque quiero creer que podemos coexistir, aunque admito que la arrogancia que demostraron me repugna. porque todo cambió y reconozco al fin a todos los culpables, y eso sin duda los incluye.

16 de diciembre de 2015

Un solo paso

Los finales de año nos incitan a hacer balances, a pedir disculpas, a retractarnos o a sentirnos orgullosos de todas las cosas que hicimos en un periodo increíblemente largo de 12 meses. Como si fuera posible, ¿Quién puede hacer algo así? Si ya de por si nos cuesta acordarnos que hicimos la semana pasada, de repente nos va a surgir mágicamente la lista de cosas que hicimos "bien" o "mal", como si algo en esta vida estuviera impermeabilizado y libre de una de esas características, cuando no.
Pero hay cierta nostalgia que parece teñir nuestra sangre en el maldito mes de diciembre, que nos hace acordarnos de todas las personas que no están, de todo lo que perdimos, y que nos hace opacar cualquier logro conseguido, sin importar que tan grande fue en realidad.
Por tanto y no por menos, puedo decir que mi conclusión de este año es que la soledad está más presente en nuestras vidas de lo que pensamos. Fue un año solitario, sin que por eso haya sido un año malo ni mucho menos.
Este fue el año donde realmente entendí la soledad, la comprendí en cada una de sus fases, desde aquellas donde sos simplemente feliz de estar solo, donde te sentís libre, hasta aquellas donde te planteas que sin duda querrías estar acompañada, y no lo estás, y en ese momento tenés la certeza de que incluso si tenes al lado ese mágico aparatito que te permitiría romperle las bolas a todos los que conoces, al final no vas a llamar a nadie porque lo más bello de estar solo es que no estás forzando a nadie a nada. No haces que otros te padezcan, no más silencios incómodos porque de repente todos los silencios son cómodos, y eso es inexplicablemente bueno, porque te da paz, porque entendés todas las diferentes fases de cada silencio, porque descubrís o reforzás la locura hermosa de hablar sola, de imaginarte mil voces que al no ser reales no contestan más que lo que vos querrías que dijeran. Y es ahí donde comprendes al 100% el carácter de isla que nos subyace, porque todos somos como islas que tienen puentes para conectarse, que los construyen y los desarman a voluntad, que van y vienen, que toman decisiones y se arrepienten o las mantienen, pero que entienden que al final del día solo queda una opinión que importe, y una versión de los hechos: la propia.
Por eso, por muy importantes que sean los otros en nuestro archipiélago, entre cada decisión que queremos o tenemos que tomar y el momento donde estamos ahora queda un sólo paso, y ese paso es sólo nuestro.

3 de diciembre de 2015

Finales imperfectos

Las decepciones duelen, hacen pelota, porque nos obligan a cambiar los planes que teníamos. No sé porque será que las personas nos la pasamos soñando con finales perfectos, si sabemos que nunca son así, pero nos encanta.
Y arrancamos el libro esperando que todos terminen vivos, y miramos la novela soñando con que la protagonista se chape al bombón, y esperamos a cada segundo que las cosas mejoren. ¿Basados en qué? Si en la vida cada vez que algo malo pasa suelen seguirle cosas más malas. 
Estamos más que calados por las lluvias inesperadas, los errores boludos, las certezas que ignoramos hasta que alguien viene y nos pega una cachetada en la cara. Sabemos que es así. 
Pero no, en la fantasía encontramos eso que nos falta en vida, en las cosas que nadie nos dijo, que nos son ajenas, que nos son lejanas, que nos permiten escapar. Odio escapar, y vivo haciéndolo. No, no es cierto, amo escapar, me encanta dejarme ir en todo lo que sé que no puede pasar, en las ideas más locas y rebuscadas. Odio volver. 
Volver es bajarse de la calesita, es dejar de girar, es ponerlo todo en perspectiva, es armar lo que podemos con lo que tenemos. Es no decir "¿Y sí?". Porque ya lo sabemos, todos podríamos serlo todo, absolutamente todo si tuviéramos aquello o esto, si hubiéramos estado cuando esto pasó, si las situaciones salieran de nuestra cabeza seríamos los superheroes de nuestros cuentos sin duda. Pero no pasa.
Todos tenemos algo de algo, algo de lo que nos enorgullecemos, algo que escondemos, algo que desearíamos poder esconder, algo que cambiaríamos pero no lo hacemos, algo que cambiamos y muchas cosas más. Porque estamos llenos de cosas, llenos de otras personas, llenos de vidas que nos traspasan a cada instante, que nos duelen o que nos despiertan. 
Hoy brindo desde acá por esos finales que nos avispan, porque como alguien que admiro dijo: 
"Decía que los puntos finales facilitan la vida a la gente. Los puntos aparte y los suspensivos incrementan la inteligencia." Albert Espinosa.
Por eso, gracias a esos finales que nos matan y nos obligan a resucitarnos, que nos hacen seguir forzándonos a parar, y a recomenzar. 

2 de diciembre de 2015

Fer

En general cuando quiero escribir sobre alguien le pongo un sobrenombre, le hago una máscara para que lo que diga de esa persona yo sola sepa que va dirigido a esta. Pero la cosa es que de alguna forma me siento mal poniéndote un apodo a vos, que con todos esos líos te metiste por un milisegundo en mi mundo y de alguna forma me dejaste una huella pequeña, casi borrable. Tampoco entiendo muy bien que espero escribiendo esto, usualmente cuando le escribo a alguien sin contárselo espero sacármelo de la cabeza, y funciona, pero algo me dice que con vos no voy a poder. Eso está por convertirse en un problema.
Analicemos los hechos: me caes bien, sos gracioso, simple y copado. Creo que te caí bien aunque no lo puedo asegurar, y me gustaría verte serio alguna vez, y decirte algo profundo. Siento que sabrías que hacer. Siento que nunca te jodió que sea una gritona y una exagerada, que vos también lo sos.
Siento que podríamos caminarnos toda la plata riendo, que podrías tomar mates, que nunca me abandonarías si hay jamón casero de por medio.
Pero como la mayor parte de las cosas que siento, es algo que no puedo saber. Creo confiar en mí lo suficiente para seguir mis instintos cada vez que aparecen, pero no sé que sos, no sos intuición ni camino, sos humano calculo. Y por arte de magia no te estoy imaginando como un superman con campera reversible, sino que más te veo como alguien que puede sonreirle a cada día aunque duela.
Cuando todos los sueños vienen a enredarse en tu pelo y a llevarte lejos, algo de vos es tan jodido y real que los espanta y te quedas acá conmigo. Te falta tanto de galán de novela que hasta es gracioso, es irónico, sarcástico y feliz.
Me das gracias, me das ganas de abrazarte, y hasta capaz de robarte un beso, me das ganas de contarte toda mi vida y escuchar las tuyas, acostados un domingo temprano, sin ganas de movernos. Sos la clase de persona con la que puedo crear mil ritos, de esas rutinas que hacen la vida bella, que nos dejan ser y nos reafirman en cada paso.
Te quiero así, arquitecto loco, insomne caminante que se hace el despistado pero que nunca se pierde, chabón que escucha folk, genio de los cablecitos que a mí me desbandan la cabeza, persona que se diferencia en mil cosas de mí, persona que espero que pueda venir a preguntarme qué quiero de esta vida.
Porque ¿Qué quiero de esta vida? Sin duda mucho más que a vos, que no sos nada más que una ilusión rara y loca disfrazada de humano común y corriente. Quiero todo lo que tengo, y no sé si tanto más, quiero más tardes en mi casa, mirando el viento correr por las cortinas, quiero más plazas verdes, más vida vibrando en cada esquina, quiero más de esta cuidad bella, más de mí , más de vos, más de cada ser que me rodea, quiero más y más. Porque tengo todo, y aunque serías la perfecta frutilla de mi postre, y aunque sonriéndote me pasaría una tarde, hoy la vida me toca el hombro y me dice que hay obligaciones, que hay recreos, que hay amigos, que hay historias.
El mundo me llama, no me puedo quedar, no me hagas irme, vení a visitarme, mejor no vengas, no porque te lo pido yo. Y quién te dice, capaz mañana te toca ser un septiembre imprudente, porque nadie puede negar que todo lo imprudente pasa en septiembre.