27 de julio de 2016

La historia que más me cuesta terminar

Sos la solapa que no cierra, todo lo que me gustaría que se quede acá y sin embargo se va, se aleja, por tu irrealidad pago el precio de los sueños,  de los platos vacíos, de las no-tazas de tés, de las no- (inserte cualquiera de las cosas que hacen a una pareja feliz).
Fin. La soledad no me amedrenta en el día a día, no me altera, todo lo contrario, pero sin embargo siempre está la espina.
-¿Siempre estamos buscando? ¿Vos decís?
- Sip, siempre.
Y estamos, siempre estamos. Buscamos aquello que nos de paz, que nos cargue, que nos deje ser y que dejemos ser, y eso no existe.
Y es tan cruel el hecho que eso n exista, de que todo lo que podemos esperar del otro siempre sea una banda, y arranquemos la relación con dos enormes mochilas en la espalda, que no nos dejan hacer las excursiones más jodidas, que no nos dejan pasear en paz, y una vez que pensamos que ya podemos soltar la mochila, es tarde. Es de noche, hace frío y dormir en la misma cama parece una broma, hay un alquiler, un trabajo, familias que intervienen, muebles compartidos, capaz hasta un perro.
Hay todo, y sentís nada: tanto tiempo esperando confiar para soltar que por no confiar antes ahora tenes ganas de agarrar todo, cargarte la mochila al hombro y salir a buscar una casa amiga a las 3 am de un miércoles.
Y salis, o no, pero buscás una chispa, una cosa que ayude a que todo no se pierda, a que se pueda mantener algo que ya cayó, que ya se cagó, y no hay, y siempre buscas.
Buscando llegaste.
Buscando te quedaste.
Buscando te fuiste.

Rol

Hay situaciones donde la realidad nos colapsa, donde nos cuesta entender como es todo, como entender lo que vemos y llevarlo. Bueno, a mí me mata verte como una madre. Y ya sé que hace "mcuho" que lo sos, pero creo que de a poco lo sos cada vez más y es tan loco verlo.
Me acuerdo de cada capítulo de tu vida desde hace 14 años, lo sé todo en cada momento, y a su vez sé tan poco. No sé, creo que nunca voy a saber, lo que se siente mirar a otro ser con el amor con que miras a tu hijo. Es increíble como mientras yo me transformo en una hija cada vez peor, vos te volves una mamá de primera, mirás con ojos que cuidan y permiten, que toleran y respetan.
Tomás una mano muy pequeña y la llevas a pasear por un departamento que es el mundo de los 3, de tu familia, de la que construiste vos sola, porque yo no soy ciega y se ver quien mueve los hilos, quien lo mantiene todo unido, todo bien.
Sos una persona capaz de lo que quieras, sabes bancar, sabes soportar, y no te da miedo ser la que más da si la causa lo vale, sos una luz que ilumina sólo a unos pocos, pero que da un brillo que te deja sin palabras.
Muchas veces pienso que le erraste de camino, no lo niego, a veces me gustaría verte acá al lado, verte siendo mi compañía una vez más, pasando las mismas páginas del libro que yo. Pero eso no va a ser, y es momento de que lo entienda. Yo me cierro, me niego, me aislo, me enojo, me encapricho; hago todo eso y a vos no se te mueve un pelo, y que bueno que sea así.
Nunca te dejaste guiar, vos sabes lo que querés y nadie más que tu sombra para conseguirlo. Y aunque me duele, de a poco tengo que saber respetar cada vez más, aprender a ser lo bastante útil como para ser un modelo, un rol, una mano que sostiene, una risa que acompaña, una persona que malcrie un poco (no maś de lo necesario, te lo prometo). Tengo que aprender como ser una tia, y me niego porque se que no me va a ser fácil, porque suelo ser "la nena" y porque estoy cómoda siendolo a veces, dejando que los demás solucionen los problemas.
En estos últimos días me di cuenta de que sos el modelo más cercano que tengo para crecer, lo que no implica que quiera ser una hija más ajajaj, eso nunca, nos mataríamos, pero si implica que voy a seguirte el paso, voy a hacer lo que todos los padres hacen: hacer todo como si supiera hacerlo aunque no tenga idea. Por lo menos enfrente de la persona que más va a aprender de mí, mientras yo sigo buscnado aprender de todos.

Comienzo de la inmortalidad

20. Números cargados y los 20's. Creo que siempre los vi de la misma manera, para mi los 20 son una década de  inmortalidad, plantada en los comienzos de una vida, plantada ahí para que por lo menos por unos años tengas la sensación de que siempre vas a poder más.
Son los años del "hay tiempo", del "no hay apuro", que se combinan de una forma contradictoria y casi insostenible con las ganas de hacer todo YA, no mañana, no la semana que viene, ya. La impaciencia y el deseo de inmediatez nos van a marcar a fuego, mi generación ya lo tiene y con el tiempo creo que simplemente va a ir empeorando.
La sobrestimulación que hace que nos creamos que podemos con todo, con todos, que tenemos que poder, que si hay que pedir ayuda estamos jodidos, fallamos. En contraste con eso tenemos esa cosa de buscar la forma más fácil, la más práctica, la que mejor nos calce, porque para que leer todo un libro, mejor una pelicúla, porque todo en esta vida se puede googlear.
No ando con ganas de hacer crítica social, no soy quien para ponerme en esa postura, como cualquier "joven", que no termina de dejar de ser adolescente, o que siente que debería terminar, veo las cosas desde dos lados, sé como es un telefono viejo, pero puedo usar uno táctil, somos una cultura de transición, y como tal vemos dos realidades que se chocan, se destraozan mutuamente y se abrazan a la vez.
Salis a la calle y ves pibes que no sueltan el celular, pero a la vez ves como tu mamá se reencuentra con las amigas de la secundaria por Facebook, ves todo.
Creo que me desvie, pero el punto es que los 20 en sí son una transición, y sé que todas las edades de una vida pueden ser vistas asi, pero los 20 lo son maś, o asi los pienso. Y por ende, creo que uno tiene que ir llevando la cuenta, darse cuenta de que todo lo que hagas hoy se va a recordar como el momento donde más inmortal fuiste. Y de ahí cada experiencia es única, pero inmortales somos todos. Somos todos hoy.

Anclame

Hace días que vivo con la impresión de que tengo mucho que decir, y justo ahora que sería el momento, nada de eso me sale. No se, volver a casa, a la primera, a la que nos conoce, es raro.
Hay un hecho, vivir lejos me encanta, me encanta estar donde estoy siempre y siendo lejana soy feliz, pero también me gusta la cercanía, la convivencia, la ayuda, el costado dulce de que siempre haya alguien con quien tomarse un té o cortar verduras. Todo tiene lo suyo, ¿no?
Pero hay otra fuerte razón por la que estar lejos me encanta, y es porque es mucho mas simple mentirse a uno mismo que a los demás. Es tanto más fácil vivir cada día como si te las supieras todas, como si incluso entendieras una de todas las cosas que haces, que decis, que pensas. Pero en algún punto no, no entendes nada.
Y la prueba de realidad de otros que te han visto crecer es la más imposible, porque con una mirada todo queda claro, no te quedan pretensiones ni deseos, sino memorias y humildades. Es lo más parecido a bajar a tierra.
Cuando te gusta vivir en los aires, siempre corres un mismo riesgo, y es el de salir volando como un globo lleno de aire frio, que va solito a una deriva esperada, soñada, imaginada como la mejor meta.
Cuesta, pero a veces es bueno volver a ver a los cables a tierra, a esos que conocen tus sueños y saben cuando es momento de bajar las esperanzas, o de apagar los motores por un rato y dejarse flotar. No siempre las anclas nos detienen de avanzar, muchas otras veces solamente nos alejan de los filosos bordes de muchas piedras que solemos elegir, sin saber bien porque.