Pasamos tanto tiempo de nuestras vidas entrenándonos para darle la espalda al instinto, a esas percepciones que vienen de nosotros, de adentro, que nos dicen cuando algo está bien o mal, nos enseñan a no creer en ellas. "La intuición es una mentira de los astrólogos para ganar guita", "Jodeme que crees en esas cosas", "Bue, si nos ponemos místicos"..
Si! Necesitamos ser más místicos, y no les estoy diciendo que haya que correr a las iglesias, soy atea y feliz de serlo. Pero la misticidad para mí es algo que tenemos adentro, algo que no se si es natural o cultural, un poco de las dos seguro. Es eso que sentimos cuando hacemos lo que amamos, es el sentimiento primario, el amor tan fuerte que no hay palabras que lo expliquen, el ritmo que se mete en nuestros oídos cuando escuchamos ESA canción, que hace diez minutos no sabíamos que existía y hoy tarareamos, como manotazos de ahogado, enojados por no sabernos la letra.
La vida no está hecha de sentimientos primarios, ni mucho menos. Pero podemos llenarla de ellos, mediante la simple práctica de aprender a sentirlos, a vivirlos, a seguirlos, a disfrutarlos. ¿Qué mejor que perseguir a ese pibe que con mirarte te mató, sin que vos entiendas cómo? ¿Qué más lindo que escaparnos de todo y hacer eso que amamos? ¿Qué más sano que alejarnos de esos que nos dan mala espina desde el comienzo?
El cuerpo, o el alma, o Dios para algunos, la verdad es que no importa como llamemos a esos sentimientos que nos tocan el alma de golpe, sin tiempo para acomodarnos. Aprendamos a sentir! Por favor, tratemos, vivamos un poquito más de acuerdo con eso que algo nos dice que es verdad a los gritos, no callemos a la vocecita interna, hagamosle caso y vemos que pasa.
¿Quién me da la mano y salimos a caminar, a ver, a escuchar, a reír y a llorar? Porque cualquiera que sepa lo que es eso, esas emociones que nos mueven más allá de nuestra comodidad, es mi amigo/a hoy, lo juro.