12 de mayo de 2014

One Day

Marzo:
Y un día supe que todo había valido la pena, extrañar, irme lejos, alejarme de todo lo que conocí en mi vida para conseguir lo que quiero. Es difícil, sé que puede ser peor, conocer la sensación de ausencia y ahogo que te provoca no tener un lugar seguro o algo conocido cerca, simplemente entender que es todo nuevo y no hay una mejor manera de afrontarlo que haciéndolo, sin pensar en lo que dejas atrás pero sin olvidarlo porque eso te hace la persona que sos  y la que podes ser. Los límites te los pone tu cabeza ¿Hasta dónde me puedo permitir llegar hoy? Y son esos los sueños y las formas de vivirlos, las formas de crecer y hacerse grande.
Mayo:
Y un día supe que por más irreconciliables que pueden ser algunas cosas, siempre hay un lugar donde uno puede refugiarse, siempre hay una sonrisa detrás de alguna puerta esperando que golpeemos, siempre hay una lágrima ajena oculta que quiere sumarse a una lágrima propia oculta, siempre hay un después. Y es ese después, ese encuentro con lo que una anhela e incluso con aquello que una nunca supo que iba a necesitar. Porque si la paciencia es un don, la espera es la condena, y la recompensa es lo que uno menos espera. No me quiero poner metafísica pero sé que no conocer el camino solamente lleva a conocer lugares nuevos, y que eso puede incluso ser más fuerte que lo que te motivaba antes, cuando recién empezabas. Y hoy convertís el odio en pan para poder cargar energías y seguir. Y no hay ningún Dios o entidad milagrosa que te venga a salvar, las bases firmes, el pelo atado y los guantes puestos que la lucha recién comienza y si vos no apostas por vos misma, nadie más puede hacerlo.

Lluvia de pisadas en un mar revuelto

Siempre quise tener una Ítaca, o como mínimo un Capri, un archipiélago o una isla donde ansíe llegar, un lugar seguro donde saber que las cosas no se acomodan solas pero que encuentran maneras indirectas de resolverse en mi cabeza. Es una idea complicada, pero es que hay algo en las islas que me llama la atención, algo en su aislamiento y en sus conexiones que hace que uno pueda desconectarse y a la vez encontrar algo. Ese algo que dejaron otras personas.
Desde donde lo veo, como las islas están rodeadas de kilómetros de agua, cada persona que las pisa deja un huella mucho más profunda que la que puede dejar en la tierra, quizás porque sabe que son un lugar donde todo se conserva distinto, hay algo del olor del mar que se filtra en las ideas y les da un toque a salado y a experiencia.
Si alguien va a una isla y vuelve exactamente como se fue, es porque no supo encontrar la esencia que ese lugar tiene para dar, espero algún día reconocer mi isla, esa que tenga guardadas las experiencias que quiero sentir para poder encaminar las mías propias. Quiero sentir el olor a mar y caminar los pasos que muchos pisaron pero que el agua llevó a otra parte y volvió a traer enriquecidos, me parece hermosa la idea de que un sentimiento o una vivencia pueda recorrer costa tras costa, sumándose con otras, dejando algo de sí, perdiéndose y reencontrándose una y otra vez, para anclarse en un pie humano y esperar a dar sus frutos.
Los pies son los que nos mantienen firmes y anclados, son la conexión con la tierra que pisamos y con lo que esta encierra, son los que definen nuestro camino a cada paso y los que nos dicen cuando tenemos que parar y dejar pasar un tiempo. Si uno apura la marcha de los pies, estos se enferman y nuestra marcha se vuelve lenta y forzada, otras veces cuando vamos a hacer algo que nos hace bien, son ellos quienes apuran la marcha y podemos caminar largas distancias sin sentir dolor, porque nos mueve algo más que la sangre en nuestras venas.
Ojala que esta idea llegue a una isla, y haga un viaje por el mar adonde tenga ganas de ir, ojala que conozca Capri, o viaje un poco en el tiempo y llegué hasta Ítaca.