27 de febrero de 2016

Diagonal encantada

La plata. Mi ciudad de las nubes, mi ciudad de los aviones. A veces, simplemente mi ciudad. Cuando todo lo esplendoroso se apaga con el sol, ella, oscura y suburbiosa, sigue brillando con luz propia.
El barrio, desde el taller de enfrente, hasta el chino de la otra cuadra, el telo de acá a la vuelta y pasando por las cosas que ningún otro barrio tiene, como el chajá del patio aquel.
Una rutina que me enamora cada nochecita, en ese tramo de la jornada donde hay muy poca luz como para decir que es de día, y muy poca oscuridad como para decir que es de noche. Y acá estoy, yo que siempre odié las horas tibias, amando una de ellas.
Tu majestuosidad se disfraza de cotidiana y notarte es cosa de foráneos, de ocupas que nos caminamos tus calles como propias, que lloramos tus lágrimas y reímos tus noches con amigos, que te quitamos espacio pero te aportamos vida, oxígeno mental y un par de ojos que expanden su mirada a cada segundo, que te mantienen joven.
Y pensar que tus famosas diagonales son sólo una de más tus maravillas. Y vos, la más grande de todas.

La fractura

Quiebres, siempre son quiebres. Los que nos despiertan y nos intimidan, los que nos seducen y nos enloquecen. Sin los quiebres no somos. Cada uno es una línea fracturada, atravesada y loca, casi anárquica de lo caótica. Como ese inmenso suelo salino que me regaló una lección y que hoy ilumina con fuerza desde el fondo de una pantalla que alguien inventó para evitar eso mismo: los quiebres. Pero la fractura nos persigue.

El cruce y la búsqueda

Inspiro aire
Exhalo humo
Y te escucho
Siempre te escucho
La luna, ilumina al mundo
Vos iluminas mi noche
El viento arrulla soledades
Y yo empiezo a entender
La inmensidad de los inquilinos
Inquilinos, lo único que tenemos en común vos y yo.

24 de febrero de 2016

El año de la tortuga

Todos sabemos que hay años y años, hay algunos que nos transmiten mucho y otros poco, que nos cambian más o menos, que nos tocan y nos revuelven en diferentes direcciones, hay años que nos enloquecen.
Bueno, por más de una razón puedo decir que siento que este año viene con demasiadas cosas abajo del brazo, mayormente buenas y siento que cada día va a valer. Por ninguna razón, desde que comenzó hasta ahora se me cruzaron dos tortugas, dos muy diferentes, simbólicas o tan reales como un pedazo de piedra tallado, pero se me cruzaron. Asique en contra de la denominación del horóscopo chino, declaro que este año es el de la tortuga.
Un atardecer lluvioso y naranja a muerte me avisa que la noche va a ser fresca, que las cosas están pasando, que todo cae por su propio peso. El tiempo sana y aleja, no cura pero si atenúa, y sin duda permite vivir con.
Y es por eso que seamos tortugas, vayamos lento, suave, no jodamos mucho a nadie, busquemos que la calma se mantenga, dejemos de hablar y hagamos silencio hermoso, veamos lo sublime en cada esquina del barrio, en los árboles moviéndose al compás de una brisa que no alcanza a bajar los 40 grados de confusión y agotamiento que tenemos encima, pero que alcanza para que por unos minutos todo salga bien.
Dejemos querer, dejemos ser, seamos y amemos, y curemos, siempre curemos. El mundo nos quiebra, nos rompe, nos mata y nos revive, nos sacude, y siempre vamos a necesitar a esa persona que se nos pare al lado y espere paciente a que su amor y su paciencia, y el tiempo, todo lo remienden (aunque sea a medias).
Encontremos a esa persona, abramosle la puerta o una ventana aunque sea, dejémonos ayudar. O seamos esa persona, busquemos esa puerta o esa ventana, ayudemos. Seamos tortugas.