23 de abril de 2016

Miradas profundas

La vida se basa en rachas, un mes todo parece estar perfecto, un día todo se caga en vos y las cosas empiezan a salir mal. Aunque esta vez no vengo a llorar, no vengo a llorar porque más allá de mi humor nublado, de que pensé que capaz estaba en una mala racha, esta semana me dió mucho.
Me devolvió a una persona que perdí por años, no por enojo, no por dolor, no por nada, simplemente porque todos nos perdemos. Caminamos y nos alejamos, y sin que nos demos cuenta hacemos un camino largo, de ida, y vamos y vamos. Años que no te pensaba, y volver a verte fue loco, fue hermoso y genial, tuvo esa magia que se tiene con los viejos amigos, esa confianza que no tiene fecha de vencimiento, que no tiene nombres ni equivalentes, que no tiene explicaciones tampoco. Solo sé que al lado tuyo me sentí en casa en un ambiente que podría haber sido más hostil. Tenerte realmente al lado me recordo que no soy la única que observa, y vos miras todo con esos ojos como cámaras que buscan guardar un registro de todo lo que se dijo, pero más que nada de todo eso que nadie dijo, de las indirectas, de los ojos en blanco, de las caras, de las sonrisas. Y sí, capaz que para algunos sos molesto, capaz que te repito cada 3 minutos que sos un tarado, pero sos tan vos que me arrollaste el alma de recuerdos lindos, y me llenaste de ganas de crear nuevos al lado tuyo. Gracias por devolverme tu amistad, tu presencia y tu sonrisa calculada. Ah, y gracias por nunca olvidar. Y tenías razón, vos y yo nos entendemos.
Y después bueno, creo que me tocaba vivir algunas despedidas. Sin embargo nunca pude ver eso como algo malo. Si, es feo sentir soledades, pero también tiene mucho de simbólico regarle una sonrisa a otra persona, saber perfectamente que capaz no va a seguir ahí, que capaz como todos nos perdemos, también nos toque perder a esos seres que siempre saludan y sonrien al pasar. Pero saber que estaban, saber que se van pero que ellos siguen, que son, que respiran otros aires que les regalan otras cosas, que encuentra otras pasiones y que siguen siendo lo que son. Eso es lo mejor que podemos esperar para cualquier ser que nos haya tocado alguna vez la puerta o el alma, que la mayor parte del tiempo son la misma cosa. Gracias por las risas, las notas por abajo de la puerta, por contarme las verdades que no siempre se dicen, por saber estar y ser al lado o cerca mío, soportando y transformando, gracias por los recuerditos.
Tsunami de sueños locos, que amainan con la lluvia, de noches largas, de tardes de sol, de cosas cotidianas que te llenan de magia, que te llenan.
Y todos, absolutamente todos, tienen miradas profundas, de ojos negros, marrones o verdes, eso nunca importó.


19 de abril de 2016

Calesita oxidada

A veces el orgullo es más poderoso que cualquier cosa que piense que puede hacerme bien. Y honestamente no sé explicarlo. Nunca supe.
Nunca supe porque sigo relacionando a ciertas personas con momentos de mi vida, porque nunca las pude sacar de esa categoría, que mierda será lo que hicieron (si se que no hicieron nada malo) para merecerse quedar etiquetadas en el peor año de mi vida hasta ahora.
No sé que será la fuerza que siempre en mi pecho me hace rechazar cada encuentro, qué es lo que hace que me esconda si las cruzo, cuando debería abrzarlas, decirles que gracias por ser lo mejor que tuve cuando peor estuve. Porque suerte de cruel decisión mi corazón se pasa temporadas enteras menospreciando esa amistad, ni idea tengo yo.
Camino por las calles con el secreto miedo de cruzarme a ese pasado, el otro día quise ir a ver que onda, me metí en la boca de lobo, a pedido de una suerte momentánea: volví al barrio. Y no, no era mi barrio, y me sentí tan fuera de ligar, cada paso un poco más gris, cada minuto un rayo de sol menos. Y así me recorrí unos buenos kilometros pensando que fue la ilusión que me hizo creerme que era parte de algo ahí, que me conocían, que me saludaba algún vecino de pasada. ¿Cómo mierda me comí el cuento de que algo bueno podía salir de una experiencia de mierda?
No sé, pero por las dudas me sigo escondiendo, y sigo envidiando un poco esa amistad hermosa que tienen personas que me conocen más de lo que pienso, que conozco bien y que extraño a veces, cuando es de noche y tengo insomnio, cuando no hay ruidos, porque estoy sola, porque no hay risas en la cocina, nadie quiere mates de trasnochada, nadie tiene que estudiar (bah, yo, pero no cuenta), cuando no hay que bajar la voz porque otra madruga, nadie madruga, ni siquiera yo.
Y acá me siento, en mi calesita oxidada, en mis domingos largos de sueños viejos, en mi nostalgia como modo de vivir, y en las risas que recuerdo pero no escucho, que podría pero no comparto.
Porque no sé perder. Nunca lo supe, y no puedo soportar perder contra ese rencor irracional y salvaje que me hizo enterrar todo demasiado pronto, todo muy veloz, todo muy actual, todo muy "lo superé todo" cuando no se supero nada. Y lo sé, lo más triste de esta canción es que lo sé.
¿Quién te dice que algún día de estos me amigo con la vida? Capaz hasta termino tomando mates en otras galaxias, que son de otras personas, que son de otras vidas.

17 de abril de 2016

Noches impretéritas

Pierdo la fe de a temporadas. No sé desde cuando pasa, pero sé que tiene que ver con mi manera de funcionar. Siempre fui así.
Es por eso que ya me conozco el patrón de memoria, son 2 o 3 noches, pueden llegar a ser semanas, en donde nada parece tener un sentido, cosas que normalmente me parecen bellas y hermosas pierden mucha o toda su magia.
Y de golpe, llega una noche impretérita. No sé si es una palabra, si significa algo, no sé identificar esas noches hasta que en un segundo la noche parece ganarse su impreteriosidad de golpe.
Y todo vuelve a recobrar sentido. Y me doy cuenta de que jamás lo perdió, de que solamente yo me encegué una temporada y no fui capaz de encontrar esas mínimas cosas que le dan una magia a estar vivo, a ser o a pertencer, a existir en si mismo. A ser uno.
De golpe se prenden todas las luces del barrio, de golpe se escucha una batucada que recorre las calles de la ciudad más hermosa y más turbia que existe. De golpe la vida, la juventud, los sueños, todos se despiertan.
De golpe amo. Amo a mis amigos, a mi familia, a los seres que me regalan momentos  de gloria o de felicidad que simplemente no se comparan. No se comparan con nada.
Sueno a propaganda de jabón antibacterial, o de tarjeta de crédito, ya sé.
Pero dejenme acá, en este mismo lugar, en este momento, donde el viento sopla y enloquece, donde el barrio suena más que su silencios, donde las cosas se rompen, se caen, la gente se enoja, pero todos sienten, siempre sienten.
Y en ese sentir está todo, en ese sentir nos hallamos dos por tres, y que suerte que nos hallamos, porque ¿Qué sería de nosotros si no nos hallaramos?
Por esto y más, por las causalidades más locas, por las tortugas que nos encontramos en los caminos retorcidos del destino o de la nada. Por no creer, por creer, por eso brindemos, demoslé una calada más al cigarrillo que se consume en las manos frías de una sociedad complicada, de personas jodidas, de sueños impregnados con realidades varias.
Sirvamonos un pedazo de estas noches largas, de noches locas, de noches eternas, de noches impretéritas.

8 de abril de 2016

¿Qué cabe esperar?

Cabe esperar que te cruce en alguna calle.
Cabe esperar que un abrazo siempre acorte distancias.
Cabe esperar que las cosas salgan bien.
Pero también cabe esperar que las cosas salgan mal.
Cabe esperar que mi filosofía de vida, tan de los 20, tan de los que sueñan más que lo que pasan en tierra, caiga.
Va a caer, la pregunta es cuándo.
Cabe esperar que odie al mundo por lo que es.
Cabe esperar que los shibbolets del mundo me alcancen para entender que todos somos sólo lo que podemos ser.
Cabe esperar que todos los optimistas me digan que podemos ser más de lo que somos.
Cabe esperar que algunos de ellos lleguen a ser ese más, cabe esperar que otros no.
Cabe esperar que la vida nos cague a palos.
Cabe esperar que ciertas cosas nos devuelvan vida.
Cabe esperar que lo intente.
Cabe esperar que me de miedo intentar.
Cabe esperar que siempre tenga miedo y jamás intente.
Cabe esperar que mi intuición me diga cuando hacerlo.
Cabe esperar que le crea, porque en mí no falla.
Cabe esperar que te ame.
Cabe esperar que nos amemos.
Cabe esperar que todo sean encuentros, al comienzo.
Cabe esperar que todo caiga por su peso.
Cabe esperar que haya desencuentros, diferentes secuencias y momentos.
Cabe esperar que todo sea raro.
Cabe esperar que todo se sienta natural, normal.
Cabe esperar que los sueños mueran.
Cabe esperar que construyamos nuevos, juntos.
Cabe esperar que peleemos, mucho si se puede.
Cabe esperar que haya magia.
Cabe esperar que haya risas, noches de viernes sin salir.
Cabe esperar que las cosas vayan bien.
O mal,
Cabe esperar que todo surga de la galera de un mago.
Cabe esperar que nada sea tan así.
Cabe esperar que este delirando y el amor sea otra cosa.
Y a pesar de mucho, de que mi versión cínica de la vida, que se contradice con la belleza que encuentro en todo casi siempre (acordate que las contradicciones son las que más hablan de nosotros), y con la tristeza que encuentro en todo, casi siempre también; cabe esperar que todo eso te enamore.
Y por eso, sólo por una esperanza vana:
Cabe esperarte.

3 de abril de 2016

Alfi

Dicen que mejor tarde que nunca, yo creo más bien que siempre nos vamos a arrepentir de no hacer las cosas en el momento en que las pensamos por primera vez. Lo loco es que a veces para algo sirve, a veces las cosas cambian rápido, como funciona esta vida, a los tumbos y uno termina de correr la carrera sabiendo que algunas fichas cayeron.
Y algunas fichas cayeron, y acá vamos, por arrancar una semana de un mes que nadie esperaba que llegara ya. El desconcierto es una de las mejores cosas que nos pueden pasar, y la peor también, nos obliga a estar despiertos, a movernos y no emperrarnos en lo que nos llama desde atrás.
Por eso quiero creer en un destino, y por eso llevo 3 meses buscando coincidencias locas, y las voy encontrando, o eso creo y con eso me alcanza.
Relojes que se mueven de por medio, llegué en el momento donde fui útil, y eso sirvió, y mucho. Encontré personas con perspectivas diferentes, animales que lo entienden todo, y muchas novedades, y el marzo gris recuperó colores.
El viento sopla de nuevo, ya es momento de abandonar ilusiones, y capaz que es hora de no construir nuevas encima, y dejar que algunas cosas pasen si tienen que pasar. Porque una piedra a la vez, podemos hacer que hasta los más escépticos le encuentren sentido a una esquina. Y porque de a sorbitos la vida pega un poco menos.
Por eso más allá de que sé que mi naturaleza tira, que los mundos imaginados, que las charlas que no pasaron ni van a pasar, y todos sus lindos agregados van a querer aparecerse de nuevo, voy a intentar hacerles frente.
Se están yendo muchas cosas conocidas, cómodas, que me daban seguridad y que me hacían pensar que uno puede conjugar la soledad con el encanto que tiene al comienzo, apoyándose en que hay una puerta que tocar si las cosas se ponen heavys.
Por eso la despedida, por eso chau castillos de pensamientos, chau potenciales palabras, chau potenciales momentos, chau potenciales momentos de felicidad pura, chau porque no van a venir, porque lo sé bien desde hace mucho aunque me guste hacerme la boluda.
Si bien es diferente y un poco cobarde, de todas formas agradezco tácitamente, de nuevo, a las personas que aparecieron en ese camino, a los que lo motorizaron en el comienzo, esos que siempre esperan a que yo lo vaya aprendiendo y entendiendo. Dar gracias libera y enriquece, deja soltar.
Y hola incertidumbres, hola miradas raras que parecen salidas de una película, hola otoño, hola estudio, hola abril.