29 de agosto de 2017

6 fálico

Hay cosas que te des-arman. Con el mayor de los sentidos, te dejan sin las armas que venís usando para evadir al mundo. Todos tenemos conductas que repetimos, lindas y salvadoras formas de escaparnos de nosotros mismos, de lo que queremos. Es tan humano como complejo ser así, es inevitable también.
Pero a veces con una pequeña parte de vos que deje el armamento de lado, que se saque las caretas y que deje ser en paz un rato a lo que sos, a ese yo apurado que se la pasa tratando de resolver todo; con un rato de eso alcanza para romper esquemas.
Con un cachito de libertad, cualquier preso (y todos lo somos), siempre encuentra la forma de ver al mundo como un lugar libre, aunque lo vuelvan a encerrar. Desespera, enloquece, agobia la libertad. Agobia el saber que se puede, nos pone en posiciones que no esperabamos, tomando decisiones a las que les venimos teniendo miedo hace tiempo, y buscando lugares donde por lo menos haya una mano que nos recuerde que somos los mismos que eramos antes, que no vamos a cambiar aunque vivamos cambiando.
Caminar sin miedo las calles que me suelen dar pánico, no por desconocidas sino por conocidas en exceso, mirar a los que siempre están en paz, saber que siguen ahí, que yo también sigo ahi. Pero también sentir la paz de saber que estás en donde tenes que estar, y que no parece el mismo lugar de siempre. Encontrar otra ciudad en la ciudad que pensé que me sabía de memoria, reirme con las mismas ganas y el mismo ritmo que siempre, volver a los templos que me vieron ser y sacarme, que me encontraron tantas tardes viviendo lo mejor que me pudo pasar, lo más feliz en lo menos caro, en lo menos fino, en lo menos despejado.
Volver a sentirme libre en el lugar que he llegado a pensar como una caja, me da una fuerza atroz para salir de nuevo al lugar que siempre me dio libertad y ritmo. Me da ganas de anidar la paz en mi mundo, de quedarme con las personas que tengo hasta ahora, de dejar que algunas cosas se definan por acciones de otros, no hacerme cargo como si todo dependiera de mí porque no es así y siempre puedo elegir salir de todo menos de mi mente.
Y me caigo, y sigo pasando mucho tiempo tirada en mi sillón, juntando horas de sueño que no convierto en acciones, pero de a poco sano por adentro, me vuelvo a sentir la persona que fui cuando no me daba miedo que las cosas salieran mal.
Y cosas como vivir con alguien, como ser débil adelante de otros, como dejar que los demás hagan y erren sin decir nada, vuelven a mí. No tan madre, y mucho más como mi yo de 15 años, así voy a dejar que agosto se quede sin ganas y se vaya a la mierda. Le voy a agradecer la grandeza de sentir, y le voy a reclamar los días de sol que se afanó.
Septiembre ya llegás, y esta versión tan feliz de mí misma te espera con todas las ganas del mundo. Y mandale mecha, que necesito ilusionarme con algo.

1 de agosto de 2017

Ojo del huracán

Me tiro en el sillón, estoy cansada. Dormí como 10 horas pero sigo cansada. Demonios de adentro que me miran y se me tiran encima. Yo pensando que me siento mal. Intentando entender que de todo me hace sentir mal. Un poco de todo. Peleas, historias que se cruzan. Cosas que todavía no dije. Sueños que no se si vale la pena correr.
Miedo. Agotamiento. Pena. Lloro un rato. Se me pasa. Me pongo a hacer té. Me pongo a resumir. Salgo al balcón a fumar.
No entiendo por qué. La magia de julio se me fue sin que me anime a subirme al tren. Se me llena la cabeza de preguntas. No se a quién hablarle. Bah, sé, pero no sé.
Me agoto de mi misma. Elegiría salir de acá adentro un rato. "Sólo los que han sufrido merecen vivir" dijo la Bestia, y yo sigo pensando en que sufrir se sufre siempre. No debería ser sorprendente que se me haya caido una idea de mundo a la mierda. Capaz que me hacía falta, vaya a saber una. Solamente lo voy a saber después.
Llevo meses así, me miro en el espejo pensando que ahora si, que ahora ya se pasó la tempestad, que las cosas ya se van, y me vuelvo a hundir. Julio fue el ojo de la tormenta, o así me parece hoy. Ese pequeño oasis de calma donde no volas en el huracán, sino que miras todo desde abajo, todo es paz siempre que te quedes ahí. Pero pasa, siempre se pasa.
Supongo que así como este dolor fue llegando de a poco, se fue metiendo en mi rutina con los días, asi se va a ir. Van a ser días y días hasta que en un punto voy a volver a sentir que todo mejora más seguido. Y es que lo que más me molesta es que siento que estoy en paz y todo se cae en 2 segundos.
Y yo sigo sin resolver cosas que van a volver siempre. Y yo sin tener en claro que debería estar resolviendo.
Y yo siendo tan intensa como soy, aferrandome a personas, situaciones y sueños que no se mueven, y a los que no tiene sentido apurar. No puedo dejar que la ansiedad me defina, no quiero ser así. Pero si es menester sacarme algo de todo este peso de adentro, hacerlo agua, ponerlo al sol para que crezca o se muera de golpe, pero para que yo lo pueda ver, y pueda entender que es.
Simplemente quiero verlo y verme, quiero entender que hay atrás de la angustia que me consume de a ratos, de las cosas que me ahogan sin que yo entienda del todo porque.
Un mes más, a remar. A buscar un rato de sol.
Y si falla, yo me pedí septiembre. Siempre me queda septiembre.